Competencias, juegos e invasiones

Es interesante cómo, si nos tomamos seriamente lo que pensamos, el "cómo queremos vivir" nos lleva a replantearnos un montón de cosas. Cosas tan básicas como los deportes y los juegos, por ejemplo.

Así, si yo me tomo seriamente lo que pienso respecto a lo que soy y mi relación con el todo, esto de la competencia y la lucha por ganar creo que, aunque tiene cosas buenas, es más lo que nos perjudica que lo que nos beneficia. 🤷‍♂️ Por eso invito a esta reflexión, a replantearnos este tema, que tenemos tan naturalizado, que lo damos por bueno...¡ y tal vez no lo sea tanto! A ver qué opinan. 🙂

Empecemos por el principio. ¿Qué creo que soy? ¿Cuál es mi relación con el resto de este Universo que habito? 

Por mi parte, llevo algo menos de 60 años planteándome esta cuestión y desde hace varias décadas la teoría que mejor me resuena y que me parece que es la que mejor explica este gran misterio de lo que somos, es la de considerarme una energía. Una energía parte indivisible de todo el Universo que es pura Energía. Me considero una especie de holograma apenas separado de su entorno por una fina capa de moléculas, las células de mi piel. Un ser único, con un tipo de composición, de vibración propia, original, y a la vez íntimamente ligada al todo, así es como me pienso.

Esta manera de pensarme como una parte indivisible del Todo es propia de pensamientos ancestrales de Oriente y Occidente. Se la llama "monismo" (mono=uno) en el que todo se considera parte de un mismo 1. El monismo es una corriente filosófica que, si bien tiene una larga historia en nuestra cultura occidental con bellos representantes como Pitágoras, no es el pensamiento que rige en general hoy en nuestro mundo moderno. En la actualidad, en general nos pensamos como individuos separados de los otros, "una mónada sin ventanas" (1), un ser muy concreto e inconexo con el resto (2).

En este contexto actual, de un pensamiento no monista, sino dualista, en el que está clarísimo que una cosa soy yo y otra cosa separada de mí, algo ajeno, es "el otro", la competencia, la lucha por ganar, la desesperación por no perder, lógicamente se ve como algo bueno, algo que estimula, y que no tiene ningún perjuicio para mí, ya que la pérdida ajena no me afecta, somos seres separados, ¡no nos olvidemos! 

En este esquema el triunfo se ve como la medalla que nos pone por encima del resto, afirmando un sistema de jerarquías que después se extrapola a los distintos ámbitos sociales. Y en lo cotidiano se hace patente como el premio de los vencedores tantas veces daña la estima de los perdedores y la humildad de los triunfadores.

Sin embargo, si nos pensamos como una energía, íntimamente conectada con el resto... la competencia con otros, la lucha, el afán por ganar no estaría tan bueno 😉 Ese perjuicio que le genero al otro cuando le gano de algún modo habrá de perjudicarme, ¡porque estamos conectados! 

Ya nomás por la vibra que genera el competir, la agresividad que despierta este guerrear por el territorio, sea en un tablero o en una cancha, tiene una carga energética que no está buena... por más que después parezca que se diluye en un cordial tercer tiempo 🙂

Este darle pelota a lo que pienso, a lo que quiero en serio, me lleva inevitablemente a replantearme ciertas cosas, que aquí invito a replantear, ¡y a ponerse el cinturón de seguridad! 🙂 Porque si nos mantenemos con el compromiso de la coherencia, de la honestidad intelectual, estos replanteos deberían llevarnos a importantes cambios de hábitos, de gustos, de costumbres profundamente arraigadas.

Entonces, si nos cansamos de repetir que "no nos gusta la guerra"... ¿no deberíamos replantearnos este constante MACHACAR LA IDEA DE GUERRA, de lucha, de invadir territorios ajenos para ganar, que es la base de los deportes, por ejemplo? 🤔 Y si asumimos el compromiso de la coherencia y abandonamos todo aquello que refuerce la energía de lucha - como el fútbol y el rugby - se van a desmoronar tremendas estructuras. ...y por eso invito también a ponernos el cinturón de seguridad porque si dejamos de sostener ciertas estructuras, éstas caen....

Hay un montón de parásitos muy poderosos que se alimentan de esas luchas y guerras en sus variadas maneras. Parásitos que no nos dejan evolucionar, a ascender a estados más livianos, armónicos y luminosos. Parásitos muy poderosos que van a patalear si se les quita el alimento de nuestro dinero y atención, si se les quita su posibilidad de seguir. Por eso un cinturón protector simbólico para transitar amablemente este proceso de cambio nunca está de más 😉


Repensando el Jugar. ¿Sólo se juega compitiendo?

Los juegos ocupan un lugar muy importante, en lo social y en la vida individual, no solo como terapia recreativa y vinculante, sino también como símbolo, ya que abren nuevos espacios donde la realidad pesa menos. Lo que los vuelve ideales para hacer catarsis, para descargar tensiones, y/o para reafirmar situaciones.

Por eso me parece importante revisar cómo es esto de jugar. Tanta energía volcada a esto de participar de juegos sin duda nos determina. ¡Revisemos!

¿Cuáles son los juegos que nos gustan? ¿Cuáles nos inculcan desde la niñez? ¿Somos conscientes de los símbolos que afirmo, que reafirmamos, lo que estoy representando, creando, a lo que le estoy dando entidad, al participar de ese juego?

Como siempre en estos casos de investigación de conceptos, lo más recomendable es recurrir al diccionario. Arranquemos por la definición de "juego" de la Real Academia, copio: "Ejercicio recreativo o de competición sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde. Juego de naipes, de ajedrez, de billar, de pelota", nos dice la RAE.

Epa. Acá ya tenemos, por definición, que "juego", esa palabra que a mí me resuena tan linda, viene con la matriz de la competencia, con la lucha por ganar y no perder. Esta definición me resulta llamativa y me genera una cierta incomodidad por su limitación. Se me ocurren juegos que he jugado mucho, sin competencia, en los que nadie ganaba o perdía, como cuando jugaba sola o acompañada con mis ladrillos Rasti (como los Lego), por ejemplo, o cuando jugaba a la mamá con mis amigas.

También me hace ruido porque a mí la palabra "juego" me despierta una cosa linda - ese tipo especial de alegría que genera la diversión. Pero, en cambio, la competencia no me gusta, me angustia, me asusta. No me gusta ganar, tampoco perder, ni toda la energía que genera ese ámbito simbólico de lucha. No me gusta lo que surge de mí cuando compito, siento que me brotan mis impulsos guerreros más primitivos y por eso evito incluso los clásicos juegos de mesa. 

Esa vibra que genera esa lucha por ganar tampoco me gusta si la veo en otros. ¡Tantas veces he visto como se desencadenan agresiones y situaciones violentas, tanto en participantes como en observadores que se identifican con el juego! En padres que presionan a sus hijos hasta el punto del maltrato verbal,  en hijos que se frustran ante sus padres si no ganan,  en la cara larga de "perdedores" avergonzados y espectadores desencantados, en la angustia que generan las expectativas no cumplidas y que muchas veces termina en furia y tantas otras en una grosera euforia que descalifica al contrincante, de parte de quienes ganan. Como si esa pérdida en el campo del juego, sea una cancha o un tablero, fuese un signo de un ser fracasado, de una incapacidad que también se sufrirá en otros planos, incluso una premonición de un futuro infeliz.

Claro que en general no se llega a esos puntos violentos y el juego se mantiene en un tono cordial y civilizado, pero la lucha está. Y de esa vibra de pelea algo queda... no puede no quedar al menos un rato ahí, dando vueltas.

Desde lo emocional me chocan los juegos de competencia, la desesperación por ganar. Y desde la lógica que precisa coherencia para fluir, ese combate por ganar tampoco me cierra. Me parece que la competencia con otros seres establece un tipo de vínculo social no armónico. La lucha, las jerarquías de ganadores y perdedores, de mejores y peores, el aplaudir la invasión de lo ajeno, de sentirse mejor porque se venció en un plano al otro, etc... considero que complica al extremo el estado de Bienestar grneral y pleno, como el que quiero yo 🤷 

Me resulta incompatible con un estado social armónico estar machacando la idea de guerra, juego tras juego. Hablar de una comunidad  basada en el amor, de que "estamos todos conectados", de que es posible un estado de bienestar general... mientras nos la pasamos reforzando la idea de que está buenísimo derrotar al otro, invadiéndole el territorio... es contradictorio, ¿no?

Hay un doble discurso para mí ahí, que tenemos muy instalado y que propongo revisar: ¿puede haber un estado de armonía social, de paz espiritual, si nos la pasamos compitiendo, multiesforzados por ganar? 
¿Qué tipo de energía genera la competencia? ¿Somos conscientes de cómo machacamos la pelea en los  deportes y juegos que tanto disfrutamos y aplaudimos? ¿Qué estamos habilitando en la vida real dándole entidad a la lucha, a la derrota ajena, a la invasión, a través del símbolo de tantos juegos?
En el fútbol, el rugby, el ajedrez y tantos otros, queda clarísimo cómo, en esta competencia que se juega, la meta es invadir el territorio del que está enfrente.

Gana quien logra meterse con puntería en el espacio más sagrado del oponente, en el más resguardado, en el arco de la cancha, en la línea final del tablero. Se festeja y se vitorea cuando se logra vulnerar ese trono, cuando se voltea al rey, cuando nos apropiamos de lo ajeno, cuando llegamos hasta su último límite y nos lo apropiamos.

Y ni hablar de otros deportes como el box, en el que la lucha se concreta a golpes y gana quien voltea a su rival hasta dejarlo knockout.

Repensemos entonces un poquito más...

Esta lucha por ganar, por avanzar sobre otros territorios, por ser los mejores, los primeros de la tabla, quien pega más fuerte... ¿de verdad nos sirve? ¿Qué mundo genera un modelo así, uno de discordia o uno de armonía? 🤔 ¿Qué sociedad crean seres obsesionados por ganar, que aman competir? ¿Un mundo de paz o un mundo de guerra? ¿Qué estamos estimulando?

Para mí la respuesta está clara. Si queremos vivir en un estado de Bienestar general pleno, de vibrar fluido con la Armonía del cosmos y lograr beatíficos estados de luminosidad - para los que creo estamos diseñados - este modelo en que se valora la lucha, el violar territorios ajenos, la obsesión por ganar, por no perder, para mi definitivamente no va.

Desde el sentido común concluyo que este "ganar", entendido como "vencer al otro", como invadir su territorio, refuerza desde lo simbólico un sistema de guerra, de mejores y de peores, que después es el que tanto nos duele. Un sistema despiadado, ¡que tantas veces lastima! Y que, paradójicamente, estamos constantemente reforzando, dedicándole de manera masiva horas y horas a disfrutar de las guerras simbólicas que se luchan en cada "juego" , en cada competencia deportiva 🙈

¿Y entonces?

Y entonces... si queremos evolucionar, como personas y como sociedad (¡como tantos queremos!) desde este blog se propone replantear ciertas cosas. Desnaturalizar viejas costumbres, para ver qué hay detrás de ellas y qué puede implicar cambiarlas o mantenerlas 🙂.

Es incómodo el trabajo de activar la conciencia, nos saca de nuestra zona de confort esto de iluminar puntos que ya están acomodados. La búsqueda de coherencia muchas veces nos lleva a renuncias que nos parecen imposibles, por miedo y/o por fiaca. El tema es que si esos puntos se mantienen oscuros, aunque sea cómodo mantenerlos, pueden estar trabando el armónico fluir de la energía, y eso a la larga o a la corta, enferma o explota. ¡Tantas veces esa incomodidad que queremos evitar, esos daños que nos negamos a aceptar, nos terminan llevando a vivir en un estado de profundo malestar... mucho peor que el que queríamos evitar!

Por eso aquí propongo analizar esto de la competencia, los juegos, los deportes que jugamos y los que nos gusta observar. Repensarlos... ¡y abrirnos a la posibilidad de cambiar hábitos y creencias! Tal vez ya sea hora de redefinir el concepto "juego" y pensar en entretenernos y divertirnos construyendo, no compitiendo, en "ganar" compartiendo el logro, sin invasores triunfantes ni invadidos derrotados.

Primero la idea, decía Hegel, después se genera la Historia, la realidad material... si esto es así, nuestras ideas son los cimientos de nuestra sociedad. Entonces...

¿Será que tanto reforzar la competencia en los deportes, en los juegos, estamos armando una estructura que explica este sistema de tanta lucha que nos genera tanta angustia‽

¿Será que si cambiamos ciertas ideas que nos posicionan como enemigos podremos lograr una comunidad de amigos....y un bello estado de Bienestar general?

¡Yo creo que sí! ¿Y vos qué pensás?




                                                        ☆            ☆           ☆


Notas:

1) Concepto que hace referencia al filósofo Leibniz.

2) Con Descartes, el filósofo francés del siglo XXVII, se dejó establecido un dualismo, conocido como el 'dualismo cartesiano" que marca una diferenciación tajante entre materia y espíritu, entre cuerpo y alma. 

Esta división interna del ser humano a su vez deja establecida las bases para la separación con el resto. Este dualismo interno se proyecta fuera de mí y me marca la misma separación tajante con los seres que no soy yo. 

La matriz de la división, de la dualidad irreconciliable, también establece un sistema de jerarquías, de desconexión, que desde entonces ha dado forma al pensamiento hegemónico que nos rige, y por ende, al mundo en que vivimos. Así solemos creer que lo que le pasa "al otro" no me repercute, no tiene que ver conmigo, ya que somos seres separados.

3) ¿Cuál es la definición de juego según la Real Academia? . Ejercicio recreativo o de competición sometido a reglas , y en el cual se gana o se pierde . Juego de naipes , de ajedrez , de billar , de pelota .

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juego
nombre masculino
  1. nombre masculino plural
    (juegos)
    Conjunto de competiciones, especialmente las que se celebraban en la Antigüedad clásica.
    "los romanos asistían a los juegos en el circo"

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